jueves, 30 de septiembre de 2010

La luz es más antigua que el amor


Ricardo Menéndez Salmón, Seix Barral, 2010.


Un pintor blasfemo que transforma el sufrimiento ante la pérdida de su hijo en una forma de dignidad. Dos pintores contemporáneos, uno de mirada genial, otro que devora su propia obra. Un autor que novela esos tres personajes, observado en tres momentos de su vida. Una reflexión sobre el arte, sobre su sentido, su capacidad transformadora o curativa. En palabras de Bocanegra:


"La literatura, la pintura, la belleza en una palabra, lo habían salvado entonces de su propia desesperación, cuando en el umbral de sus cuarenta años la vida se desplomó sobre sus hombros con su peso formidable. En aquel libro, el más ambicioso que hasta entonces había concebido, Bocanegra había querido contar a los demás pero también a sí mismo el misterio de la creación, en qué consiste el don y la condena de estar tocado por la pesada mano del arte, a qué umbrales se asoma el creador tras recorrer pasillos sin fin, qué abismos se abren a ambos lados del camino para esos espíritus irredentos, un poco salvajes, que ganados por la tristeza no dedican sus vidas sólo a engendrar, comer, beber y defecar, sino que intentan buscar un sentido, un para qué, una dimensión más allá de las evidentes a toda esa plétora derramada que es la vida de los hombres.

Por supuesto, había errado en su empeño. Pero nunca como antes se había sentido tan aliviado de sus miserias durante el proceso de escritura".


Me ha gustado mucho su lenguaje destilado, que construye frases de auténtica belleza. Me han conmovido sus reflexiones sobre la belleza, sobre la capacidad evocadora del arte. Me desconcierta su estructura, no acabo de entender la utilidad en el texto de los episodios de Bocanegra, leedlo y lo comentamos, ¿vale?

Pero leedlo, porque merece la pena. Leedlo despacio, y será una de las lecturas del año.

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